La proyección hacia el futuro de los contenidos de la personalidad ha sido abordada en
la Psicología, desde diferentes posiciones y enfoques teóricos. Por lo general, su
estudio se ha encaminado al problema de la caracterización de la dimensión futura de
la motivación, a partir de diferentes conceptualizaciones, entre las que se destacan las
categorías: ideales, intenciones, propósitos, objetivos, entre otras.
Los teóricos conductistas, en un inicio, no consideraban indispensable abordar el tema
de los proyectos. Esta posición era asumida partiendo de considerar que su objeto de
estudio estaba referido a fenómenos medibles y observables, por lo que quedaban
excluidos aquellos más subjetivos. Posteriormente, se aprecia un ligero cambio en las
posiciones asumidas por estos teóricos, al considerar la conducta como una cadena de
fines y acciones. Finalmente, logran reconocer la importancia de este fenómeno, a
partir de los planteamientos que hacen los estudiosos de la teoría del aprendizaje, que
señalan la existencia de “…reglas y autocorrecciones para el desempeño y la
organización de secuencias complejas de conductas….” (Arias, H; 1993, pág 49,
referido por Estévez, N, 2001, pág 36).
Autores como K. Lewin y J. Nuttin (1965), destacaron en sus obras el papel del futuro
en la motivación humana.
Lewin intenta demostrar en sus experiencias, el valor que poseen los objetivos y
propósitos que la personalidad se traza. Es decir, el hecho de que el sujeto logre
establecer determinadas metas que den sentido a su vida, evidencia el papel que
desempeñan las necesidades, objetivos y propósitos, como elementos dinamizadores
de la conducta del sujeto.
Al referirse a la importancia de esta construcción de futuro para la existencia social de
la persona, Joseph Nuttin expresó que:
“….el hombre, más que adaptarse simplemente al mundo busca adaptar el mundo a
sus proyectos….” (Nuttin, J., 1967, referido por D´ Angelo, O. 2001, pág 134).
Por otro lado, dicho autor, es partidario de considerar que:
“….el proyecto de futuro introduce una cierta unidad en el conjunto de actividades que
forman parte de él. Así la suma enorme de comportamientos realizados, por ejemplo,
en vista de la preparación de una carrera y de la realización progresiva de un proyecto
en la vida social, forma cierta unidad de conducta y motivación…” (Nuttin, J., 1967,
referido por D´Angelo.O,. 2001, pág 139).
Partiendo de lo expresado por este autor, en la formación de proyectos de vida resulta
importante la coherencia valorativa que debe lograrse entre las dimensiones del
pensar, sentir y actuar. Por consiguiente, las tareas educativas que desarrollemos con
los jóvenes, implican que se trabaje en función de la construcción y ajustes sucesivos
de los proyectos de vida, que preparen al sujeto para la superación positiva de
conflictos de la vida cotidiana.
Consideramos que, tanto Nuttin como Lewin, aunque brindan la necesaria significación
a la proyección futura de la motivación, aportando nuevas conceptualizaciones que
permiten una mayor comprensión del tema, no lograron interpretar adecuadamente
la unidad existente en los proyectos de sus aspectos de contenido y dinámica. Se
aprecia que al enfatizar en estos últimos, minimizan la importancia del contenido para
que un objetivo se convierta en regulador efectivo del comportamiento.
Los psicólogos humanistas, también concibieron la elaboración consciente de sus
proyectos futuros como componente esencial del desarrollo de la personalidad.
Al respecto Maslow (1959) señalaba: “…Considero acertado decir que cualquier teoría
psicológica nunca podrá ser completa sino incorpora fundamentalmente el concepto
que el hombre lleva dentro de su futuro, dinámicamente activo a cada instante….” (pág
168).
En estas consideraciones podemos apreciar el valor que se comienza a brindar a la
capacidad de anticipar y proyectar el futuro, otorgándose un papel activo al sujeto en
este proceso.
Sobre el tema en cuestión, resultan importantes las consideraciones de C. Roger
(1989), quien expresa lo siguiente:
“….Cualquiera que sea el nombre que le asignemos, tendencia al crecimiento, impulso
hacia la autorrealización o tendencia direccional progresiva, ella constituye el móvil de
la vida y representa, en última instancia, el factor de que depende toda la
psicoterapia….”.
Es decir, para dicho autor, independientemente de la conceptualización que se utilice,
la capacidad de proyectar el futuro, constituye de igual forma, un elemento dinamizador
en la vida del sujeto.
Estos criterios encuentran su expresión más acabada en la obra de G. W. Allport
(1965) quien desarrolló el concepto de “intención” y considera la autonomía funcional
de las motivaciones del hombre como núcleo de su naturaleza, en función de lograr
determinados objetivos.
El autor se basa en el concepto de intención, cuando afirma que a la personalidad le es
propia una “filosofía unificador de la vida”, ya que “....hay en el individuo algo especial
por lo que vive, un propósito principal. Los objetivos varían en los diferentes individuos.
Hay personas que se concentran en un gran objetivo, único; otros tienen una serie de
propósitos definidos...” (G. W. Allport, 1965, pág 251).
En los postulados de Allport, apreciamos que la categoría de intención adquiere una
mayor dimensión, constituyendo un elemento de importante significación en la vida del
sujeto, aunque no se manifiesta de igual forma en todos; es decir, en cada sujeto como
individualidad, predomina uno u otro grado de complejidad en la proyección y
estructuración de sus propósitos.
Partiendo de las consideraciones anteriores podemos destacar que en el estudio de la
proyección futura de la motivación, resultan muy valiosos los postulados de la
psicología humanista, si lo comparamos con las concepciones biologistas y
mecanicistas del psicoanálisis y el conductismo. Los humanistas tienen el mérito de
reconocer el papel activo que ejerce el sujeto en este proceso y destacar la
importancia de las elaboraciones cognitivas en la estructuración de la proyección
futura de la personalidad. No obstante, apreciamos como limitación en estos teóricos el
hecho de concebir la autonomía de la personalidad de manera unilateral, sin tener en
cuenta que la misma forma parte, de una dinámica mucho más amplia, que incluye la
actividad externa, el medio social y la base orgánica de la personalidad individual.
Por su parte, la Psicología de Orientación Marxista ha prestado especial interés al
tema de la proyección futura de la personalidad, con el propósito de superar las
limitaciones de la psicología no marxista, en su abordaje.
En la Psicología Soviética, se destacan los aportes brindados por numerosos autores, a
partir de la investigación de la proyección futura de la personalidad, en varias
direcciones, empleándose, en general, el término de ideales para denominar esta
proyección.
Los ideales como imagen cognitiva–afectiva de lo que el sujeto desea ser, constituyó
objeto de estudio de algunos autores, quienes también se dedicaron a evaluar las
variaciones que sufre, en el desarrollo ontogenético, esta formación, la cual alcanza su
nivel superior en la edad juvenil.
En las investigaciones de autores como L. I. Bozhovich, L. E. Raskin, T. V. Dragunova,
L. I. Dukats, Z. I. Gruchonova y otros, apreciamos la caracterización del “ideal”, tanto
por su contenido como por su estructura.
Estos autores se dedicaron a la caracterización de las diversas transformaciones que
se producen en el ideal, a partir de la edad escolar, así como a la posición que adopta
en las distintas etapas del desarrollo hasta llegar a la adultez, donde esta proyección se
expresa en los objetivos mediatos de la personalidad.
Otra dirección que asume la psicología de orientación marxista es la representada por
A. Obujovski y otros autores como K. A. Abiljanova, B. F. Lomov, etc. Para ellos, la
dirección principal y distintiva de la personalidad creativa o integrada, está
representada por la construcción de su dimensión futura.
En los diversos trabajos realizados por estos autores, apreciamos como aspecto
significativo, el hecho de no analizar únicamente la temporalidad de los propósitos del
sujeto, sino brindar también especial atención a la riqueza del contenido de dicha
proyección.
Por su parte, diversos investigadores, en nuestro país, también han prestado especial
interés al tema, dedicándose al estudio del papel que ejerce la estructuración del futuro
en la regulación motivacional.
Diego González (1972) en su libro “La Teoría de Joseph Nuttin sobre la motivación y la
personalidad”, destaca que la elaboración de un Proyecto de Vida, se apoya en la
realización de una serie de acciones presentes en la conducta del hombre y destacan
que la proyección futura es una importante expresión de la motivación humana
superior.
Por su parte Héctor Arias, plantea que en la psicología de orientación marxista puede
hablarse de dos concepciones de la anticipación; la que se enmarca en la teoría de la
actividad y la que se enmarca en la teoría de la personalidad, (Estévez, N.; 2001, pág
38). La primera enfatiza en la orientación a fines; mientras que la segunda, parte del
análisis de categorías como autoconciencia, autovaloración, ideales, objetivos e
intenciones.
En los trabajos de Arias se destaca la importancia de la categoría “propósito”, partiendo
de la vinculación existente entre la autovaloración y el futuro proyectado en los ideales.
Al referirnos al tema de la proyección futura se hace necesario recurrir a los aportes
brindados por Ovidio D´Angelo, destacado estudioso del tema que durante varios años
ha desarrollado la categoría Proyecto de Vida, siendo definida por el autor como: “...
categoría compleja del sistema de la personalidad que define el sentido fundamental de
su actividad vital y que adquiere una forma concreta de acuerdo con la construcción de
un sistema de actividades instrumentales o seriación de fines de carácter más
parcial…”(D´Angelo, O.; 1996; pág 3).
Además, plantea que deben tenerse en cuenta dos condiciones fundamentales a la
hora de elaborar un proyecto de vida. Por un lado la capacidad, habilidad y
posibilidades reales que posee el individuo en el logro de sus objetivos generales, el
carácter movilizador de las necesidades implicadas en la consecución de estos fines
deseados, y por otro lado, se deben tener en cuenta, las posibilidades reales y los
objetivos que brinda el medio externo. Esto exige del individuo una serie de recursos
como tenacidad, creatividad y persistencia, de forma tal, que el sujeto se movilice en
función de crear alternativas ante los obstáculos que se pueden presentar, así como un
amplio conocimiento elaborado acerca de estos planes y fines a los que pretende
llegar.
Lo anterior, nos indica la necesidad de propiciar, desde los diferentes espacios de
interacción social, el desarrollo de los componentes esenciales de los actuales y futuros
proyectos de vida de los jóvenes, de manera integrada y coherente, así como las
habilidades que les permitan el manejo de situaciones vitales y la organización de su
propia vida de manera crítica, reflexiva y creadora.
Dicho autor también define la categoría Proyecto de Vida como:”…una realidad
psicológica que comprende la organización y realización de las orientaciones
motivacionales fundamentales del individuo, a través de planes concretos en su
actividad futura…”(D´Angelo, O. ; 1996, pág 14), expresando además que: “…los
proyectos o planes de vida desempeñan una función de integración direccional,
valorativa, e instrumental, de las orientaciones de la personalidad, con los modos
posibles de su realización completa en la actividad, al mantener la unidad de sentido
general de toda la actividad de la personalidad”.
D´Angelo considera que el Proyecto de Vida debe ser entendido como una formación
psicológica que cobra especial importancia en la autorrealización del individuo, donde
se estructuran los objetivos fundamentales de su vida, teniendo en cuenta sus planes
de su realización, en un determinado tiempo, en el que participan tanto procesos
motivacionales, afectivos, como valorativos y cognoscitivos.
El Proyecto de Vida se caracteriza por su carácter anticipatorio, modelador y
organizador de las actividades principales del comportamiento del individuo, aspecto
que contribuye a delinear los rasgos de su estilo de vida personal.
Ello evidencia que, en el proceso educativo, la elaboración de proyectos de vida debe
sustentarse en valores, logrando que el sujeto se plantee metas importantes, en los
diferentes ámbitos de la vida cotidiana y social, lo cual cobra especial importancia en
los diferentes momentos que marcan el paso a una nueva etapa en la vida del sujeto.
Constituye también una cuestión esencial, el hecho de que es necesario estructurar un
proyecto de vida realista, que se fundamente en una sólida autodeterminación,
independencia de criterios y decisión, y el sujeto asuma una posición autocrítica,
mostrando un conocimiento de sus verdaderas capacidades y habilidades.
También consideramos importante, partiendo de los criterios del autor, que no es
posible considerar un proyecto de vida como “realista”, cuando la persona que lo
elabora no tiene en cuenta sus verdaderas capacidades y habilidades, convirtiéndose,
por tanto, en un conjunto de aspiraciones muy superiores a lo que realmente puede
realizar. Cuando el sujeto no es capaz de orientarse adecuadamente con respecto a la
realidad que le rodea, pueden generarse grandes contradicciones e incluso
frustraciones.
Cuando sucede lo anteriormente planteado, el proyecto ha sido elaborado en el nivel
de la fantasía, por lo que carece de la fuerza necesaria que le permita convertirse en un
agente movilizador que oriente el proceso de decisiones y la puesta en práctica de la
actividad, lo que conducirá a que el proyecto de vida nunca llegue a realizarse.
Proyectos de Vida conflictuados, desintegrados, no realistas, pueden establecerse a
nivel de la persona e incluso colectivamente, si no hay estructurados procesos de
comunicación e intercambios que favorezcan la reflexión y reajustes positivos de los
proyectos de vida.
Los Proyectos de Vida, entendidos desde una perspectiva psicológica y social, integran
las direcciones y modos de acción fundamentales de la persona, en el amplio contexto
de su determinación – aportación en el marco de las relaciones entre la sociedad y el
individuo (D´Angelo.O, 1994, pág 7). Son estructuras psicológicas que expresan dos
direcciones esenciales de la persona, en el contexto social de sus relaciones
esenciales y en el contexto social de las relaciones materiales y espirituales de
existencia, que determinan su posición y ubicación en una sociedad concreta.
Por consiguiente, si aspiramos a que el proceso de formación de conocimientos,
hábitos y habilidades, marchen en sintonía con la elaboración de proyectos de vida
desarrolladores, que se basen en la autodeterminación personal; los mismos deben
construirse sobre la base de determinadas premisas aportadas por D´Angelo, en sus
trabajos sobre el tema, que pueden ser aplicadas en los diferentes contextos y niveles
educacionales. Entre estas premisas de destacan las siguientes: